19.07.09 -
Ceferino Cuadrado Matallana Zamora
Cuando yo era niño quería ser maquinista de tren. Conducir aquel monstruo de bronce y acero por las barras de plata bruñidas de sol que se unían, nos decían en clase, más allá del azul. Y entrar, entre las nubes de humo y vapor, en la gris estación de Medina del Campo, bajo la romántica marquesina, rotos aún los cristales por los impactos de la Guerra Civil. Como niebla, el sueño se desvaneció.
Al dejar de ser niño, hice un largo y nocturno viaje en un tren como aquél. Fui con mi padre a una Audiencia de la Vieja Castilla. En su Sala de Justicia, todavía isabelina, me dieron posesión. Dijo el presidente: «Es usted un niño». Y mi padre: «Aquí estará bien». Pasó medio siglo. El anillo del tiempo giró sobre sí. Hoy estoy en el remanso llamado jubilación.