TRENEANDO
La locomotora ‘Laviana’, otra joya del patrimonio ferroviario asturiano, última víctima del desguace
25 octubre 2012
Otra joya desaparecida. La locomotora de vapor ‘Laviana’ ha pasado a otra vida víctima del desguace. Hasta su conversión en chatarra era una de las locomotoras de mayor valor entre las máquinas de vapor supervivientes en España. La máquina de ancho internacional más antigua conservada en nuestro país y la más antigua del Ferrocarril de Langreo había sobrevivido a todos los avatares del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
La locomotora ‘Laviana’ fue construida en 1883 por Hohenzollern para el Ferrocarril de Langreo, donde fue numerada con el número 16 y bautizada con el nombre de unos de los concejos asturianos de mayor arraigo minero. Tras 80 años de servicio en la línea ferroviaria que cubría el servicio entre Gijón, Laviana y El Musel, fue traspasada a la Junta de Obras del Puerto de Gijón, donde conservó el mismo número. Tras su definitiva retirada de servicio en los muelles a finales de los años 70, fue vendida por el puerto de Gijón como chatarra, siendo adquirida por un coleccionista particular que la ha mantenido desde entonces en Alcazar de San Juan.
El Ferrocarril de Langreo fue una empresa ferroviaria española que construyó en el siglo XIX la línea Gijón-Langreo. La línea fue la cuarta con tracción de vapor en la península ibérica y la primera de carácter industrial, para el transporte de carbón de las minas de Langreo y Siero hasta el puerto de Gijón. En el siglo XX fue una de las líneas que se integraron en Feve, siendo, en aquel momento, la empresa europea ferroviaria más antigua en funcionamiento.
Hace pocas fechas su propietario la vendió a precio de chatarra, siendo desguazada de inmediato, sin que se tuvieran noticias previas que hicieran presumir ese fin, y por tanto sin margen alguno de maniobra para poder evitarlo,.
Con esta pérdida y la salida hacia el extranjero de varias locomotoras propiedad de otros particulares, el patrimonio ferroviario español sigue sumando importantes bajas. La mayor parte de las piezas que sobreviven se hallan en manos de coleccionistas privados.
(Imagen Guillermo González Martín)