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2 septiembre 2013

El tren sabio

El Expreso de La Robla cambia su itinerario en verano para descubrir Euskadi, Cantabria y Asturias

ENRIQUE SANTARÉN - Domingo, 1 de Septiembre de 2013 -

En el interior del tren, sus confortablessalones provocan gran tranquilidad. Marrón, una de las paradas en suelo cántabro. La tripulación, siempre atenta con el pasajero, espera hasta la llegada del último de ellos. Alberto, el maquinista, tranquilo y pro

En el interior del tren, sus confortablessalones provocan gran tranquilidad. Marrón, una de las paradas en suelo cántabro. La tripulación, siempre atenta con el pasajero, espera hasta la llegada del último de ellos. Alberto, el maquinista, tranquilo y profesional, hace que el viaje se convierta en un crucero de lujo... sobre raíles. (E. Santarén)

BILBAO

EL suave tintineo de una campanilla despierta de buena mañana a los viajeros. Minutos después, el tren comienza su leve traqueteo y avanza lentamente. El estimulante olor a café atrae al pasajero al coqueto salón del convoy, donde da buena cuenta del desayuno mientras el incesante paisaje verde que se desliza por la ventana atrae su mirada. Todo es suave y sosegado en este tren tranquilo, ideado y decorado a la vieja usanza y que permite tres deleites en uno: el desplazamiento hacia nuevos o viejos lugares propio de todo viaje, el tren en sí mismo y el conocimiento y el disfrute de paisajes y paisanajes de un paraíso cercano y, a menudo, desconocido.

El Expreso de La Robla, el tren turístico de Renfe (antes Feve) que rinde merecido homenaje al casi mítico ferrocarril de vía estrecha que unía Bilbao con la localidad leonesa, es ahora un pequeño crucero de lujo con el alma anclada en su época dorada pero con las comodidades y servicios del siglo XXI, concebido para sustituir las incomodidades y rigideces de antaño por el goce de un transporte amable y pensado para gozar con los cinco sentidos.

Con el verano y sus rigores, el Expreso de La Robla ha cambiado su habitual itinerario que discurre por las calurosas tierras castellano-leonesas y busca ahora el refrescante y estimulante mar Cantábrico, lleno de lugares por descubrir -o revisitar, otra forma de descubrir-, y cubre la ruta entre Bilbao y Gijón, para regresar, en un viaje de cuatro días, a la capital vizcaina. Una oportunidad para, siguiendo los caminos de hierro, adentrarse entre montañas, ríos, pueblos, ciudades y puertos de Euskadi, Cantabria y Asturias.

La travesía, de cuatro días y que se asemeja más a un crucero que a un trayecto en tren, está diseñado para ofrecer al viajero un gran abanico de posibilidades que acaban convirtiéndose en múltiples experiencias: la sensación de trasladarse al pasado a bordo de un tren decorado con ese objetivo hasta el último detalle, el placer de contemplar, a cadencia humana, paisajes naturales de múltiples colores, urbanos e industriales hasta fundirse con ellos, el lujo de conocer lugares, culturas y gastronomías cercanas, reconocibles y únicas; y, en fin, vivir y compartir experiencias con viajeros de procedencias diversas, entre los que abundan escandinavos y, en general, del norte de Europa, amantes del ferrocarril y del ritmo sosegado y, sobre todo, de vivir nuevas experiencias.

MIL PASEOS "Fantastic", resume al pie del andén un hombre de origen noruego que podría pasar por un científico sabio y cuyas elocuentes marcas del parcial efecto del sol en sus antebrazos y el final de sus canillas evidencian que no es turista de sol y playa. Cámara de fotos al cuello, ha ido inmortalizando cada instante de su viaje: ha curioseado con los animales del parque El Carpín y se ha interesado por el casi desconocido Palacio Urbano Peña Chávarri de Karrantza. Ha admirado los escarpados paisajes del Valle de Liébana y ha descubierto con asombro que allí, en plenos Picos de Europa y cerca de la coqueta Potes, los monjes franciscanos del sobrio monasterio de Santo Toribio custodian con mimo la que consideran la reliquia más grande de la cruz donde mataron a Jesucristo, que incluso le han dejado acariciar. Ha sentido el vértigo en Fuente Dé tras subirse a su teleférico. Ha visitado la histórica, marinera y deportiva Ribadesella. Ha paseado por la interminable playa de Gijón. Ha conocido al detalle cómo se elabora y cómo se sirve la sidra y, por supuesto, ha degustado la mejor del año en Nava. Ha callejeado por la natural y al mismo tiempo turística Llanes. Tras regresar a Cantabria, ha visto in situ -en Santoña, dónde si no- el laborioso proceso desde que se pesca la anchoa hasta que se convierte en un manjar de dioses. Ha paseado en barco por el litoral cantábrico hasta llegar a la concurrida Laredo. Y, por supuesto, como el resto de viajeros, ha soltado al fin su cámara para dar buena cuenta de la gastronomía local y universal en restaurantes o Paradores -como el de Fuente Dé o el de Limpias-, todo ello incluido en el programa del viaje.

EL INTERIOR Pero, además de las emociones que el viaje proporciona fuera del tren, el viaje en El Expreso de La Robla tiene también un rico ámbito de goce en el interior del propio convoy. Dormir a bordo, en los estrechos pero coquetos camarotes -eso sí, con el tren parado para evitar incomodidades- así como desayunar, leer, charlar o escuchar música mientras se contempla el paisaje al imperturbable ritmo que marca la vieja locomotora -que data de 1983- es un lujo fascinante. "El servicio al viajero es nuestra marca de la casa, no puede fallar", enfatiza con cierto orgullo Gloria Palazuelo, jefa de expedición de El Expreso de La Robla.

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