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11 marzo 2015

UNDÉCIMO ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA

Una víctima del 11-M: "Todos los 11-M que estoy en Madrid cojo el Cercanías a la misma hora que el día del atentado"

Este miércoles se cumplen 11 años de la masacre terrorista en Madrid y como todos los años, numerosos actos se llevarán a cabo para conmemorar a los 191 héroes que perdieron la vida en los trenes. En esta ocasión, a los actos de homenaje se suma la publicación de un libro sobre el relato en primera persona de aquella barbarie: 'La vida en un viaje'. 

Ujué Lorente

 

Uno de los trenes en los que los terroristas colocaron las bombas el 11 de marzo de 2004

Uno de los trenes en los que los terroristas colocaron las bombas el 11 de marzo de 2004 - Foto gtres

 

"Todos los 11 de marzo que estoy en Madrid cojo el Cercanías a la misma hora que lo cogí el día del atentado", asevera con firmeza José Antonio Garrido López, uno de los supervivientes de aquella masacre que ahora publica un libro, La vida en un viaje, una mirada al 11-M (La esfera de los libros), para relatar en primera persona su terrible experiencia. Desde aquel día, todos los 11-M, decide homenajear a las 191 víctimas que perdieron la vida en la barbarie.

Su forma: coger el tren a la misma hora y sentarse en el mismo asiento en el que se sentó aquel día. Este año, por motivos profesionales, Garrido no podrá llevar a cabo su homenaje ya que vive en Francia, pero no duda en afirmar, que si pudiera montarse en el vagón, "lo haría". Del mismo modo que lo hizo el lunes siguiente a la masacre. "Y no cogí el tren aquel viernes -los atentados tuvieron lugar un jueves- porque los trenes no estaban retirados de las vías y me tenía que ir hasta la estación de Chamartín, cuando tenía que ir a Atocha. Si no, lo hubiera cogido", apunta Garrido, comandante del Ejército de Tierra. 

Las 7.39 horas: la hora de la barbarie

A pesar de que este miércoles se cumple el undécimo aniversario de los atentados, Garrido recuerda con nitidez el suceso. "Era un día como otro cualquiera, nada lo diferenciaba de tantos otros, pero ese jueves no hubo misericordia con nosotros. Ésta se escondió aterrorizada por lo que se avecinaba, la compasión se perdió, como se pierde el agua entre los dedos", señala el autor del libro y comienza a recordar.

"Fui a la estación de tren en el coche con la radio encendida escuchando las noticias. Sólo se hablaba de las elecciones. Aparqué el coche en el parking de la estación de Alcalá de Henares y subí al tren para ir hasta Atocha. En el vagón, no me senté en mi sitio de todos los días, pero recuerdo mi asiento de aquel día", relata. "Unas chicas planeaban el fin de semana, otro chico leía la última entrega de Harry Potter y no había muchos estudiantes en el vagón porque había huelga estudiantil", prosigue describiendo la escena típica de un viaje en un tren de Cercanías de manera detallada.

Sin embargo, aquel día no llegaron puntuales a sus destinos ya que la muerte y las heridas viajaron como compañeras de viaje en unas mochilas. "Eran las 7.39 de la mañana y se produjo una explosión y una sacudida. Recuerdo que pegué la barbilla al pecho y que me agarré fuertemente al asiento. La gente salió por donde pudo y yo ayudé a un señor y a una chica a bajar del tren pese a los gritos de otro pasajero que me alertaba de la posible presencia de más bombas", indica.

En aquel momento, y pese a las advertencias, ayudó a todo aquel que necesitó auxilio. "Hice lo que creí que tenía que hacer: ayudar a otras personas, no reparé en las bombas y no fui consciente de que era un atentado hasta el mediodía cuando llegué a casa", apunta y añade que no dudaría en hacerlo de nuevo si el fatídico destino se volviera a cruzar en su camino. 

No se considera un héroe

Tras la explosión, Garrido reaccionó con rapidez. Hizo todo lo que estuvo en su mano: colocó heridos en la gravilla de los andenes, los tapó con su abrigo y coordinó a otros supervivientes para facilitar el trabajo de los servicios de emergencias. No fue hasta el mediodía cuando llamó a su mujer para que le fuera a buscar. 

Pese a su buena labor y su solidaria actitud, Garrido, no se considera un héroe. "No me gusta la denominación de héroe, algo que por supuesto no soy. Si ese día hubo héroes, son los hombres y mujeres que quedaron para siempre en las vías y andenes de los cuatro puntos donde explotaron los trenes que tuvieron la mala suerte de encontrarse en el fatídico momento, y también lo son quienes, a pesar de luchar, no pudieron superarlo después", concluye. 

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