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14 marzo 2014

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EL TRANVÍA DE SODUPE A ARCENIEGA

 
El tranvía de vapor de Sodupe (Vizcaya) a Arceniega (Álava) es uno de los tranvías más desconocidos de nuestro país, uno de los más efímeros y, además, el único que funcionó, en el pasado, en el territorio histórico de Álava.
 
 
La Compañía del Tranvía de Vapor de Arceniega a Sodupe se constituyó en Bilbao, el 12 de marzo de 1897, con un capital de 200.000 pesetas repartido en 400 acciones suscritas por diversos vecinos de la zona que pretendía servir el nuevo tranvía. La empresa contrató con el ingeniero Felipe Gutiérrez el estudio de la línea, y tras las tramitaciones oportunas, el Gobierno otorgó la concesión a uno de los accionistas, Luis Santos Valle, el 9 de marzo de 1900. La línea se estableció en el reducido ancho de vía de 600 mm. sobre la carretera provincial que enlazaba ambas poblaciones, aunque contaba con pequeñas desviaciones en explanación propia para superar algunos de los puntos más difíciles del recorrido. El tranvía, cuya longitud total era de 14 kilómetros, tenía su punto de origen en el centro de Arceniega y finalizaba junto a la estación del ferrocarril de Santander a Bilbao en Sodupe, lugar en el que se establecieron las cocheras.
 
El tranvía de Sodupe a Arceniega, inaugurado el 18 de octubre de 1901, ofrecía cinco circulaciones diarias en combinación con los trenes del ferrocarril de Santander a Bilbao, con los que enlazaba en la estación de Sodupe. Para asegurar el servicio disponía de un parque móvil formado por dos locomotoras de vapor de rodaje 120-T, construidas por la firma británica Bagnall y bautizadas con los nombres de las estaciones extremas de la línea, "Sodupe" y "Arceniega". Por su parte, el parque de material remolcado se limitaba a tres coches de viajeros de bogies y portezuelas, con 46 asientos cada uno, un vagón de mercancías cubierto y otros dos descubiertos.
 
Debido a las numerosas deficiencias que presentaba el establecimiento del tranvía, y como consecuencia de algunos accidentes, el Ministerio de Fomento exigió la realización de diversas obras de mejora cuyo coste estimado ascendía a 110.000 pesetas. La Compañía no pudo afrontar tan importante inversión, por lo que el 25 de abril de 1911 el Gobierno promulgó una Real Orden en la que decretó la inmediata suspensión del servicio. Poco después se declaró la caducidad de la concesión y se procedió al levante de las instalaciones.
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