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25 marzo 2014
Publicado por Juanjo Olaizola
UN ENSAYO ACCIDENTADO
Una vez finalizado el montaje, la locomotora se dispuso para realizar un viaje de prueba, contando con la presencia de varios directores de la compañía ferroviaria. Uno de ellos decidió conducir la locomotora, a la que se engancharon siete vagones de mercancías y un coche de pasajeros. ¡La experiencia fue verdaderamente emocionante! Arrancamos felizmente; el director, convertido en maquinista, abrió el regulador a tope con el resultado de que, con una caldera nueva, llena de agua y engrasada, ¡la locomotora se parecía mas a una máquina hidráulica que a una locomotora a vapor! Aquí, debería añadir que esta línea estaba todavía en construcción, no había sido abierta al tráfico y además no disponía de señales. No habíamos recorrido mucha distancia en nuestro viaje cuando chocamos con un montón de balasto apilado sobre la vía y, una vez detenida la marcha, es fácil imaginar el estado en que había quedado el bogie delantero y los elementos de rodadura. ¡Nos llevó una hora eliminar la suciedad y el balasto! Entonces, nos pusimos en marcha de nuevo, con el regulador a tope, ¡por supuesto!, y no habíamos avanzado muchas millas cuando vimos a un caballo en la línea tirando de un vagón. Gracias a que los raíles estaban secos y apretando los frenos al máximo, conseguimos parar a pocos metros del cuadrúpedo. A estas alturas, me di cuenta de que el tubo de nivel indicaba que quedaba muy poca agua en la caldera pero al intentar hacer trabajar los inyectores, ninguno funcionó. De inmediato examinamos los tanques y vimos que los dos estaban vacíos. En todo este rato, la caldera resoplaba furiosamente a 185 libras cuando su presión de trabajo máxima era de 160 libras así que fue preciso apagar el fuego de inmediato. Como no había agua disponible en ninguna parte no tuvimos más remedio que volver a pie, aunque el director preguntó si el caballo podría tirar de la locomotora y de los ocho vagones hasta casa en vez de tener que caminar…. ¡Al final, tuvimos que caminar! Hombres algo afligidos aunque más sabios; o por lo menos así es como yo esperaba que se sintiera el director.