TRANSPORTE | Vitoria-Madrid en 8 horas
Pesadilla en el tren
Eduardo Álvarez | Madrid
Aunque me tocaba incorporarme al trabajo justo el 1 de enero, y pese a no haber dormido más de tres horas, estaba decidido a empezar el nuevo año cargado de optimismo, que ya llegará mañana para perderlo...
Sin embargo, mi buen humor y mi confianza en que, por haberme comido las 12 uvas al son de las campanadas, este 2010 me depararía algo extraordinario, se disiparon casi antes de que se hiciera de día. Porque me he pasado casi ocho insufribles horas metido en varios trenes para hacer un viaje desde Vitoria a Madrid (trayecto que en circunstancias normales se hace en poco más de tres horas y media).
Cogí el Altaria (ese tren ultra rápido, aunque no tanto como los AVE, que tiene un morro larguísimo que le da una forma de ave espectral) en la estación de Vitoria y salió puntual a su hora: 10.14. Como tenía asiento en el vagón número 20, me tocó darme una larga carrerita por el andén antes de subir, cargado con mis maletas (supongo que te ponen en el último vagón para que todo el mundo sepa que has pagado poco por el billete, porque lo compraste hace meses en las ofertas de billetes por Internet).
Todo iba bien en el viaje. Bueno, casi todo. Porque resulta imposible tratar de dormir un poco en el asiento cuando tienes a tres jóvenes delante con ganas de estirar la Nochevieja hasta el próximo domingo, y se vienen desde Vitoria a esas horas para ir a la fiesta de la discoteca madrileña Goa, que celebra su cotillón a unas horas en que parece más propio dormir la mona o la siesta. Pero todo se estropea más o menos cuando el tren ha recorrido 10 kilómetros pasada la estación de Burgos, donde, por cierto, se ha subido una monja, que se sienta a mi lado (aunque no tengo nada contra las hermanas, siempre me ha dado mal rollo viajar cerca de alguna de ellas, porque dicen que traen un poco de mal fario).
De pronto, quienes íbamos en los últimos vagones escuchamos dos fuertes estruendos. Nos ponemos en lo peor. Parecía que el tren había chocado con algo. Al instante, el tren frena en seco hasta pararse. Después, se apagan todas las luces, y los pasajeros, todavía sobrecogidos por el susto, nos tememos que algo gordo ha pasado.
Sólo 20 minutos después de estar parados en medio de la nada, en algún lugar de huertos y bosquecillos burgaleses, con un aspecto muy bucólico esta primera mañana de enero, acude el revisor en nuestro auxilio (por cierto, un tipo amabilísimo que nos ha hecho a todos un poco más llevadero este infernal viaje) y, vagón por vagón, nos explica a los apesadumbrados pasajeros que ha habido una avería gordísima. No recuerdo sus tecnicismos, pero todos entendemos que la catenaria se ha venido abajo y que nuestro tren se ha llevado por delante algunos cables, causa de los estruendos que habíamos escuchado, y que estamos sin suministro eléctrico.
Comidas familiares, conexiones con aviones...
El revisor nos lo pone todo muy negro: dice que la avería es muy gorda, y que el acceso hasta el tren es complicado, por lo que nos recomienda paciencia, ya que dice que va a ser difícil arrreglarla. Después de una hora parados, y con algunos pasajeros que tenían que llegar a Madrid para coger aviones en Barajas o nuevos trenes para seguir trayecto, el revisor nos dice que no va a ser posible solucionar en varias horas el asunto. Y nos dice que la cosa está afectando a todos los trenes que desde el norte de España van a Madrid y a la inversa, ya que no hay suministro ni para circular en un sentido ni en otro.
Para entonces, ya hemos visto a algún coche de la guardia civil cerca, pero como estamos entre dos cauces del río, el acceso es complicado. No podemos bajarnos del tren. Tampoco, por lo complicado del terreno, es posible abrir las puertas, así que los pasajeros fumadores están que se tiran de los pelos, y empiezan a encenderse el pitillo en los vagones. Al final, el revisor nos dice que la opción, de las barajadas, más sensata es esperar a que por la otra vía nos venga a recoger un tren de los antiguos, que los que no van con electricidad.
A las 13.45 aproximadamente, más de dos horas después de estar parados en el tren, al fin llega un tren con aspecto de tener varias décadas en su chapa y pintura. Lleva pasajeros que iban hacia Burgos, y que no podrán llegar a su destino por la avería. Colocan una pasarela para pasar de un tren al otro y empieza la operación de transbordo. Como somos más de 140 pasajeros (cada uno con muchas maletas, varios bebés, carritos de niños, paquetes de regalos propios de las fechas, etc., etc.), y hay que hacer casi malabarismos para traspasar la pasarela sin romperse una pierna, tardamos casi media hora en pasar al otro tren. Y una vez todos dentro, recorremos, marcha atrás, unos 8 kilómetros hasta llegar a un pueblecito llamado Estepar. Vamos a paso burra, porque vamos marcha atrás. No se puede hacer otra cosa.
En autobuses y taxis
Allí, los pasajeros que iban hacia Burgos se bajan, y ya se las arreglarán con los autobuses y los taxis que empiezan a llegar a por ellos. El resto esperamos otros 20 minutos a que realicen la operación para cambiar de sentido la máquina del tren, y cuando ésta finaliza, proseguimos camino. Para entonces, más de las 15:00, la desesperación de quienes ya dan por perdidos sus vuelos o sus trenes hacia Murcia y otras regiones españolas ya es total. También la de quienes tenían comidas de Año Nuevo con sus familias. Y, claro, las de quienes habían pagado 40 euracos para entrar en el Goa. Todo a la basura.
En el tren que parece de la posguerra viajamos despacito hasta Palencia (ciudad por la que nunca hubiéramos tenido que pasar para ir a Madrid), donde ya nos han advertido de que tendremos que hacer otro transbordo. ¡Casi a las 16.00, estamos subidos en un nuevo Altaria, con dirección Madrid! Para esa hora, a casi nadie le importa ya el retraso. Porque todos estamos demasiado cansados y abatidos, y sólo queremos llegar, cuándo y cómo sea. Y, por fin, Renfe se apiada de la que nos está cayendo en el 1 de enero, y nos dan un pequeño bocadillo para engañar al estómago y un botellín de agua.
A las 17.45 termina mi pesadilla. Llego al fin a Madrid ¡sano y salvo! (ni yo me lo creo). Aunque tendría que haber pisado la estación de Chamartín casi hace cuatro horas, estoy contento. Y el comentario más repetido entre los pasajeros es: "Podía haber sido aún peor". ¡Qué resignados somos los ciudadanos!
Yo me voy volando a por un taxi. El taxista me dice que las pantallas de Chamartín echan humo por los retrasos y las cancelaciones de trenes. A mí no me da tiempo de quedarme ni a mirar las pantallas ni el deambular de compañeros de travesía que, mucho menos afortunados que yo, ahora tendrán que ir a hacer una larga cola en Atención al Cliente para ver cómo les arreglan lo suyo: es decir, para ver cómo pueden llegar a su casa, a bastantes cientos de kilómetros de Madrid, porque hace horas que han perdido su tren-enlace. Espero que no sufran ningún nuevo percance, y a ellos, más que a nadie, les deseo que de verdad éste sea un buen año nuevo.
34 » Comentarios
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Anónimo 02.Ene.2010 | 00:45El ferrocarril esta dividido en dos partes ,el gestor de infraestructuras ADIF y los gestores de transporte de viajeros y mercancias por otra ,esta segunda ya liberalizada .En el caso de viajeros y hasta su liberalizacion solo existe RENFE OPERADORA la cual ya paga un canon por utilizacion de infraestructuras y el contrato programa con el Estado extinguido RENFE OP. tiene sus compromisos de facil consulta en su pagina WEB ,y tener rentabilidad economica al no depender del Estado.Si el problema fue la catenaria es ADIF.Otra cosa es la evacuacion de los afectados que debe realizarse en coordinacion entre ambas empresas y con los medios disponibles mas proximos Es facil saber de quien es la responsabilidad ,causas externas al tren ,o averia del mismo .Si AENA cierra un aeropuerto por nieve la responsabilidad no es del operador y en Autobus si se producen inundaciones no responsabilizamos al chofer Por si hay suspicacias uso el Tren desde hace 7 años por todo el Norte Peninsular
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directisimo 02.Ene.2010 | 01:06No me sorprende nada ninguno de los comentarios aqui expuestos sobre el pésimo funcionamiento de RENFE. Lo primero, un saludo para algún que otro trabajador y/o jefecillo de la compañía que navegan por este foro defendiendo lo indefendible. Su mejor defensa es decir que 8 horas son pocas teniendo en cuenta que nuestro abuelo tardaba 12. Muy fuerte... Tengo varias experiencias similares en otros trayectos que ahora no relataré porque sería repetirme pero si quiero expresar mi mas profundo disgusto por las PESIMAS FORMAS Y EDUCACION de muchos de los trabajadores, sobre todo al teléfono, cuando llamas a reclamar algo. No te escuchan, hablan encima de ti cuando estas exponiendo y cuando te enfadas porque no te escuchan y dices que el servicio es pésimo dicen que les estas insultando. ESTO ES RENFE, SEÑORES, MAL SERVICIO Y POCA EDUCACIÓN.
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Anónimo 02.Ene.2010 | 01:18¡Vitoria-Madrid ocho horas! ¡Dios mío! Insufrible, infernal. ¿No estamos exagerando un pelín? No hace mucho me pegaba yo 11 horas en un Madrid-Almeria, p. ej. y sigo vivo. Eso si, enseguida alguien aprovecha para enviar a ZP al paro (#18NADA QUE DECIR PEPIÑO? NO ES EL RESPONSABLE DIRECTO DE INFRASTURAS DE ESPAÑA? NADA QUE DECIR DESDE SU MINISTERIO DEL CUAL DEPENDE RENFE?, PERO QUE GOBIERNO SEÑORES!!!!!!!!!!! FELIZ 2010! ZP FUERA YA!). Sí, creo que estamos un poco pasados de rosca.
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Anónimo 02.Ene.2010 | 02:11Me alegro de que al final pudieras llegar a tu destino aunque fuera tarde. Espero que, pese a este ajetreado comienzo, el 2010 sea un buen año para ti y los tuyos. Feliz año nuevo. JUAN CAT