En el escenario de los inicios del desarrollo industrial de Bilbao, surgiría una empresa marcada por la personalidad de uno de los variopintos emprendedores que se dieron cita en aquellos momentos de intensa actividad creativa. Se llamaba Mariano de Corral y Goitia. Un ejemplo del activo empresariado vasco promotor del sello que catapultó a la capital vizcaína como señera en la industrialización de la economía regional y nacional.
(26/12/2003) Los talleres Corral tuvieron entrada por el nº 4 de la calle Múgika y Butrón, en proximidad con los elegantes chalets que fueron a fijar una línea privilegiada a lo largo de la ría, en su tramo bilbaino -elegantemente ajardinada a la inglesa- y que caracterizó una fase expansiva muy concreta de la ciudad. Distintivo de la burguesía de negocios en ascenso, este espacio cuyo frontis era el Campo Volantín hasta la Salve, tuvo su patio trasero en una serie de talleres e industrias cruciales, durante años; y fue también, un lugar natural de esparcimiento que encontró en los Jardines del Olimpo, propiedad de otro conocido empresario, E.Gana, un precoz proyecto de ocio y tiempo libre para la ciudad que acuñaba desde entonces un modelo de sociabilidad avanzada, acorde con la mentalidad imperante.
Las instalaciones de la empresa Corral alcanzaron considerable importancia; deducible por muchas razones. Una, por su extensión material: 25.000 metros cuadrados. Esta presencia se hizo patente en la zona desde 1880 hasta 1928, fecha en la que la firma constructora de vagones y tranvías encontró otro lugar en el que proseguir una actividad que -poco a poco- fue perdiendo su particular modus operandi. No obstante, cuarenta y ocho años de funcionamiento ininterrumpido destacaron eminentemente a su creador, Mariano Corral.
Otra razón de interés estuvo en la oportunidad de aquella iniciativa. El incremento de la industria de construcción ferroviaria era de obligada atención ante el inevitable proceso modernizador.
Nuestro personaje, digno de ser recordado por su cualificado perfil emprendedor y como inventor, formó parte de la primera generación de empresarios de relieve que desde finales del XIX y hasta más allá de los años 20, tuvieron algo que decir en el contexto de la economía nacional.
Mariano Corral era oriundo de Orduña, allí nació el 1 de agosto de 1854. Maquinista naval en su pronta juventud, aprendió de aquella experiencia una mecánica que su talento natural terminó por perfeccionar, estableciéndose con apenas recursos en Bilbao para lanzarse desde su primer modesto taller de calderería y reparaciones, a una aventura empresarial de la que salió merecedor de justa recompensa moral y económica. Su talento en materia de ingeniería fue constantemente ponderado, años más tarde. Conocido constructor de vagones destinados al tranvía y al ferrocarril, no sólo fueron fabricados para las firmas instaladas en Bilbao, sino para una larga lista de ciudades y Compañías. Destacan sus primeras contribuciones a las líneas de San Sebastián -Rentería, así como también a las Compañías de Tranvías de Linares, Zaragoza, Granada, y un largo etcétera.
Pero, además, la Casa Corral -según testimonió constantemente la prensa de la época-, había sido la primera empresa del Norte de España que acometió la construcción de material ferroviario. Su notoriedad se hizo evidente por haber patentado un invento de gran utilidad: el vagón-tolva con descarga automática, además de un procedimiento de construcción de vagones mixtos, con carros giratorios (de hierro o acero) que permitía el paso con total facilidad desde una vía de un metro de anchura, hasta a una vía "normal" de 167 metros.
La Casa Corral dispuso como productos afamados de su cosecha otro tipo de vagones-cuba y los denominados "cisternas". Productos que ya en 1912 señalaron al productor vizcaíno como uno de los representantes más destacados del aplaudido "progreso industrial". El talante inventivo de Mariano Corral fue reconocido, por ello, de manera profusa, en multitud de circunstancias públicas.
La Crónica de los Negocios decía el 26 de enero de 1900 que en sus talleres del Campo Volantín existían once fraguas con sus correspondientes martillos pilón, fundición, espacioso patio con pabellones dedicados al depósito del rodaje y diversos materiales.
La actividad alcanzada ya a comienzos del nuevo siglo era tal, que Corral fue pionero introduciendo la luz eléctrica en sus instalaciones, con objeto de que los turnos de trabajo no se interrumpieran, ni siquiera de noche. Allí se construían máquinas y calderas de vapor, se efectuaban reparaciones, se fabricaban prensas, bombas, grifos, válvulas, manómetros, material fijo y móvil para los ferrocarriles, etc. Los talleres tuvieron en esa fecha alrededor de 120 operarios y su clientela, por entonces, incluía a las Compañías de La Robla a Valmaseda, la línea Bilbao-Durango y Zumárraga, Elgoibar-San Sebastián, el ferrocarril del Cantábrico, el ferrocarril de Astillero a Ontaneda, la Compañía ferroviaria de Agreda a Castejón, de Madrid a Arganda, de Bilbao a Lezama, y varios más.
Aquellos bogies de hierro o acero, con capacidad para albergar hasta 80 toneladas de peso, y que tenían la virtud de adaptarse a cualquier ancho de vía, hicieron famoso como inventor a aquel experimentado mecánico.
La Revista Ilustrada de la Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros, editada en Madrid, (10 de julio de 1900), dando cuenta de las novedades tecnológicas aparecidas, insertó en el apartado: Material para vías ancha y estrecha, la afortunada aportación del empresario asentado en la Villa bilbaína: "El importante y renombrado constructor de material ferroviario que tiene sus talleres en Bilbao, don Mariano Corral, ha obtenido (...) privilegio de invención por veinte años por un procedimiento mecánico de vagones mixtos con bogies de hierro o acero que tienen la particularidad de adaptarse a varios anchos de vía (...) La trascendencia y el valor de semejante invento hace innecesarios por nuestra parte toda clase de elogios (...) El decalage de ruedas, la adopción de cajas de vagón móviles para levantarlas por medio de grúas y dejarlas sobre la vía que convenga, son proyectos ensayados en las fronteras y abandonados (...) No se ha olvidado tampoco el sistema de emplear un tercer carril intermedio, sistema que se practica en la línea de Bilbao a Portugalete para que pueda penetrar en ella el material de la vía estrecha que de la Robla conduce a Valmaseda (...) El hallar un sistema de material que pueda utilizarse lo mismo en la vía ancha que en la estrecha ha sido objeto de muchos y profundos estudios realizados con laudable ahínco (...) Si el invento del Sr. Corral (...) llena estas necesidades (...) constituirá un progreso de la mayor importancia resolviendo uno de los más intrincados problemas en la materia e inmortalizará su nombre haciéndole digno de las mayores alabanzas (...)"
Una señal de reconocimiento le llegó en 1901 al ser nombrado director de la fábrica que en Beasaín volverían a poner en marcha la Sociedad de Construcciones Metálicas y la America Car and Toanduy Company, en la antigua fábrica de la Maquinista Guipuzcoana.
La Unión Vascongada, periódico donostiarra, publicaba también el 18 de agosto de 1901 lo que sigue:
"Hace aún poco tiempo quedó constituida en Madrid la Sociedad Española de Construcciones metálicas, formando un Consejo de Administración que preside el marqués de Aldama (...) Dicha Sociedad, en unión de la American Car and Tounday Company, han montado en Beasaín (Guipúzcoa) en la antigua "La Maquinista Guipuzcoana" unos grandes talleres (...) para la construcción de wagones, cuya producción puede calcularse en unos tres mil carruajes anuales.La fuerza motriz (...) la suministra una compañía que (...) dispone de dos mil caballos eléctricos, producidos por un salto de agua de su propiedad.
La American Car (...) interesa en la nueva Sociedad dos millones en acciones intransferibles, que garantizan su concurso técnico, aportando patentes de invención y procedimientos de trabajo.(...) Ha de resultar el de Beasaín un centro fabril moderno que en breve podrá competir con cualquiera de los de su clase del extranjero.
La dirección de tan importante fábrica, ha sido encomendada a (...) D. Mariano de Corral (...) que ha dado pruebas de poseer vastísimos conocimientos en la construcción de wagones (...) Actualmente constrúyese en Beasaín (...) un buen número de wagones con destino a la Compañía de ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante (...)"
Pero Bilbao, que lideraba prosperidad a comienzos del siglo XX, tuvo en Mariano Corral un prototipo de emprendedor, a imagen y semejanza de los célebres patronos de Manchester o Liverpool. "Genuino representante de la actividad vizcaina", como le calificó la prensa madrileña (Relieves, 29 de Noviembre de 1901), intervino en razón a aquel prestigio granjeado a fuerza de ingenio y tesón, hasta en el trazado ferroviario de las hoy célebres Minas de Aznalcollar (Sevilla).
Su metodología para resolver la adaptación al ancho de vía fue durante años ponderada del modo más positivo, al adecuarse en el paso de fronteras con facilidad extrema; lo cual era ventajosísimo en términos de coste, dadas las peculiaridades del sistema viario español. Los transbordos quedaban suprimidos de esta forma.
El director técnico de su empresa, Julián Vestermayer y el de Talleres, Juan Esteban, fueron dos colaboradores fecundos que contribuyeron a que Corral pusiera a punto aquel sistema que junto con su hermano Fernando Corral, gerente de la fábrica, lanzaron al panorama industrial en competencia con otros sistemas británicos y alemanes.
El despegue de la empresa del Campo Volantín
Un momento de éxito incuestionable fue el vivido en 1902, tras la confirmación de una cota productiva de gran importancia (diez vagones de carga de 12.500 kilos de carga) y otros diez de 10.000 Kilogramos (para la línea de La Robla-Valmaseda). El inmediato efecto de este éxito se tradujo en un gesto, muy en la línea de aquellas relaciones socio-laborales de época. Manuel Corral invitó a todo el personal de fábrica a un banquete celebrado en las naves de la casa constructora. Acto al que asistieron, asimismo, los directores de los periódicos locales La Gaceta del Norte, El Nervión y La Voz de Vizcaya.
Los 227 operarios de calderería, pintura, forja, fundición, ajuste, carpintería y modelado exteriorizaron la alegría que aquellos logros empresariales también les reportaba. Considerado patrono ejemplar desde la ética imperante, los trabajadores de la firma se mostraron muy cercanos al talante del hombre hecho a sí mismo que era aquel orduñés.
La aplicación de aquellos vagones-tanques, de espectacular presencia, comenzó a extenderse hasta las empresas vitivinícolas, clientes regulares de su inventiva.. El Nervión (10 de Diciembre de 1902) recogía en sus gacetillas que:
"En las vías del muelle de Uribitarte fue colocado ayer a la una de la tarde para subirlo a la estación del Norte y enviarlo a la de Haro, el primero de los diez vagones cubas que la Sociedad Bodegas Bilbainas ha encargado a la sociedad de los talleres de construcción de material para ferrocarriles, de nuestro querido amigo don Mariano Corral". Advirtiendo además que: "Es el primer vagón tanque que se fabrica en España".
Como anécdota, al pasar por el puente de Isabel II (hoy Arenal) el carro que lo transportaba y del que tiraban nueve mulas, se detuvo a causa del entorpecimiento que le había causado en una rueda un adoquín del pavimento del puente que se había salido de su sitio. La parada improvisada dio lugar a que el público que estaba transitando y los que estaban al mediodía en el Boulevard y el Arenal se agolparan curioseando ante tamaña novedad tecnológica (el vagón-cuba). Las Bodegas Bilbainas, en efecto, fue la primera sociedad en encargar al Sr. Corral estos prototipos que, una vez reconocidos por los ingenieros del Estado, fueron demandados por otras industrias.
La gama de producción de la Casa Corral fue apreciada asimismo por el esmero casi artesanal que deparó con determinados encargos, de los que lamentablemente quedan pocas muestras fotográficas. Una de esas piezas corresponde al coche fúnebre que conducía los cadáveres por el ferrocarril de Lezama, desde Bilbao al "Camposanto" de Derio. Sus modelos para Compañías tranviarias fueron igualmente apreciados, por sus detalles estéticos y funcionales. De aquellos vagones ferroviarios se alabó su confort e "higiene" (largos pasillos, bien ventilados). En suma, material fijo y móvil que acreditó a la firma bilbaina en lugares bien distintos de la geografía española.
El propio ministro de Fomento, Nicolás Alcalá Zamora, de visita en febrero de 1918, elogió el talento del ingenioso empresario, tras observar las pruebas de funcionamiento de su ya famoso vagón- tolva (de descarga automática). Mariano Corral hizo su demostración en el propio Hotel de Inglaterra, donde se alojaba el ministro. Don Mario de Arana, a la sazón alcalde de Bilbao, le acompañó en este acto. Otro momento de reconocimiento lo obtuvo durante la Exposición del Congreso Nacional de Ingeniería celebrado en Madrid en 1919. Alfonso XIII, asistió a la misma junto con el Principe de Asturias, interesándose por el funcionamiento del curioso dispositivo. Lo que fue recogido por la prensa gráfica con profusión.
No se libró la firma -no obstante- de vivir algún episodio, igualmente arquetípico de la lucha sindicalista de aquellos años. El hijo del empresario (de 26 años) recibió un disparo, sin consecuencias, de un señalado activista desde la huelga de 1917, según recogieron los periódicos.
Traslado a tierras alavesas
La firma Mariano Corral e Hijos optó por trasladarse a Amurrio, en los años 20. En estas tierras alavesas se construyeron espaciosas naves dedicadas a la producción de material ferroviario, prioritariamente. Su relevancia, en talla, se manifestaba en aquellos nuevos aspectos materiales, pero algunas de sus intervenciones, como la construcción del cargadero aéreo de Zarauz, en mar abierto sobre un pequeño islote hasta donde llegaba el tranvía aéreo (Cargadero de Mollaharri, de la Compañía minera de Álava y Guipuzcoa), y otro tipo de producción metálica (puentes, grúas, caballetes, cubiertas, etc). le señalaban ya a la firma como una empresa muy importante ( 1924 ).
La Casa mantuvo su despacho en la calle Rivera, en el Casco Viejo de Bilbao, y una línea de actuación, que renovada desde Amurrio (Construcciones Metálicas para material de Ferrocarriles), fue conducida inequívocamente por Mariano Corral Esteban, hijo del fundador y digno sucesor de quien, al fallecer, había sido calificado por la prensa como una persona "queridísima de todo el mundo y cuya muerte constituyó en Vizcaya un día de duelo".
Quede constancia, por ello, de un nuevo nombre a incluir obligatoriamente en el Diccionario del empresariado vasco más sobresaliente, y cuyo foco de irradiación creativa partió de Bilbao, en años de asombrosa capacidad promotora.
María Jesús Cava Mesa. Catedrática de la Universidad de Deusto.