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18 marzo 2013
granada
Aquel tren que llegó de Versalles
En una visita a Versalles se topó con un tren neumático que permitía ver los enormes jardines del palacio francés sin tener que andar kilómetros y kilómetros. Mateo Revilla dejó de pensar como turista para volver a su papel de director del Patronato de la Alhambra y creyó que aquel medio de transporte podía servir para unir la colina roja con la capital que se extiende a sus pies. Fue a mediados de los 90, con Jesús Quero (PSOE) como alcalde de la ciudad. Revilla lo planteó al Ayuntamiento y en poco tiempo decidieron ponerlo en marcha.
«Se usó el mismo modelo de tren que había en Versalles, exactamente igual», recuerda Jesús García, que era teniente alcalde de Tráfico en 1995, cuando comenzó a funcionar el tren, que pronto sería conocido en la ciudad como el 'avecrem'. Se trataba de un tren neumático, que salía de Plaza Nueva cada media hora y subía por una Cuesta de Gomérez recién cerrada al tráfico de coches particulares.
Críticas al 'avecrem'
Los inicios no fueron fáciles, y este modelo de transporte se encontró con una férrea oposición por parte de los taxistas de la capital, que se quejaban de que el tren les quitaba usuarios. Llegaron a llevar carteles en los parabrisas oponiéndose a este transporte durante bastante tiempo. También protestaron con insistencia los comerciantes de la Cuesta de Gomérez que afirmaban que sus ventas bajarían al pasar los viajeros en tren, en lugar de caminando.
Pero con la puesta en marcha del vehículo, las quejas se fueron difuminando ante un servicio que funcionaba bien. Los usuarios granadinos podían disfrutar del viaje de ida y vuelta por 225 pesetas, un precio que ascendía hasta 250 para los turistas. Por ese precio, el vehículo subía desde Plaza Nueva por Cuesta Gomérez hasta el monumento, para después bajar por el acceso nuevo a la Alhambra.
En doce meses de servicio, este tren transportó a 125.000 viajeros, lo que suponía casi un 8% de los visitantes que había tenido la Alhambra en ese mismo periodo. La concesión inicial se había hecho por un solo año, y cuando cumplió el plazo el Ayuntamiento había cambiado ya de corporación tras las elecciones municipales. Gobernaba entonces la ciudad el alcalde Gabriel Díaz Berbel (PP) y era concejal de Tráfico César Díaz.
Cuando faltaban pocos días para que expirara la concesión, volvieron a oírse las mismas voces que habían protestado en contra del servicio en su nacimiento. Los taxistas volvieron a colocar las pancartas, y los comerciantes lamentaron sus pérdidas económicas. Pero las voces a favor del transporte eran muchas. Entre ellos, Mateo Revilla, quien destacaba en un informe remitido al concejal de Tráfico que el tren era un «medio idóneo» para unir el centro y la Alhambra. Entre los turistas se aceptó muy bien este modelo y Revilla apuntaba incluso, en aquel escrito de febrero de 1996, que ya aparecía este tren en distintas publicaciones turísticas. El responsable de la Alhambra apostaba por cambiar algunas paradas y dar mayor puntualidad, con la confianza de que el número de viajeros podía ir incluso en aumento. «Por todo ello ruego tenga a bien renovar, prorrogar o sacar a concurso la concesión, en base al buen servicio prestado por este tren», se despedía Revilla.
Suprimido de golpe
Su petición no fue escuchada, y el mismo día que acababa la concesión el Ayuntamiento anunció que se suprimía el servicio, para buscar una alternativa de consenso. Grupos ecologistas y asociaciones de consumidores se mostraron contrarios a esta cancelación, destacando incluso que la petición de los taxistas iba en contra de la libre competencia.
«Yo creo que lo suprimieron porque no era su proyecto, no porque no funcionara bien», recuerda ahora Jesús García, que vio desaparecer aquel proyecto desde la bancada de la oposición municipal. Ahora, cuando ve que se va a retomar la idea, lo acoge con cierto alivio, «porque demuestra que íbamos por el buen camino» y con pena, porque Granada habría avanzado mucho camino de haber continuado en esa línea. García confía en que ahora se consiga un vehículo que sea ecológico al 100%, gracias al avance de la tecnología logrado en estos años.
Aquel tren neumático que Mateo Revilla 'importó' de Francia, con capacidad para 145 personas y que dio trabajo a ocho personas, ya no funciona tampoco en Versalles, donde los turistas que no quieran recorrer a pie los inmensos jardines pueden alquilar bicicletas o carritos de golf, que funcionan como motores eléctricos y no contaminan. Pero allí no hay cuestas. Y eso siempre hay que tenerlo en cuenta.